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Las despedidas en el extranjero

La vida del expatriado suele estar caracterizada por la palabra “cambio”. Desde que decidimos marcharnos, nada vuelve a ser igual. Nosotros vamos cambiando con todas las nuevas experiencias que vamos acumulando. Nuestro entorno va cambiando, ya que muchas personas que conocemos sólo están de paso y el contacto con ellas tiene fecha de caducidad desde el inicio. Nuestro país de origen va cambiando, dado que siempre que volvemos de visita sentimos que lo recordábamos de otra manera.

En el extranjero, lidiamos con crear una nueva vida empezando desde cero. Los nuevos amigos que podamos ir encontrando a nuestro paso tienen una importancia grandísima. Nos ayudan a adaptarnos y a sentirnos un poquito como en casa. Cuando estos amigos se van, producen una gran sacudida en la seguridad y bienestar que hemos ido construyendo con mucho trabajo. El suelo se tambalea, pensamos “¿por qué se tiene que ir?” y nos entristece mucho.

En general, las despedidas no nos suelen gustar. Los cambios tampoco. Vivir despedidas en el extranjero suele ser más difícil que en nuestro país de origen, ya que aquí, aunque se produzcan cambios, mucho se queda igual que antes. Si estamos en un entorno en el que cada nuevo contacto vale su peso en oro y uno desaparece, el efecto emocional muchas veces es mayor.

Y sin embargo las despedidas forman parte de la vida. En la vida del expatriado aún más. Según pasa el tiempo, nos vamos acostumbrando a ellas. Vamos aprendiendo que, aunque duele mucho, las otras personas siguen su camino. Vamos aprendiendo a que, si decidimos seguir viviendo fuera, es importante valorar los buenos momentos con estos amigos y disfrutarlos. Vamos aprendiendo a que las amistades aquí no serán eternas. Pero también vamos aprendiendo que siempre vamos a conocer a gente nueva que va a formar parte de nuestra vida y enriquecernos.

Aunque sólo sea durante un tiempo.


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